El primer recuerdo que tengo en mi memoria del maestro Ricardo José Madera Escobar es de mi infancia: fue uno de los domingos en que mi familia acostumbraba a ir a las playas de Coveñas o Playa Blanca – San Antero en nuestra Costa Caribe y por cosas del destino, ese día en la misma playa, muy cerca de nosotros se encontraba Ricardo con su familia en los mismos planes de nosotros: tomar un domingo de descanso en el mar, como es costumbre en nuestra zona sinuana.
Siempre he sido muy miedoso del mar y de los misterios que este posee, por eso desde niño acostumbraba a bañarme en sus orillas y no adentrarme demasiado por lo mismo. Ese día, al conocerme como hijo de uno de sus amigos de toda la vida, mi papá; Ricardo me tomó en sus brazos, me cargó y empezó a caminar conmigo hacia lo hondo del mar, iba preguntándome muchas cosas y en la medida que se alejaba de la playa, empecé a llorar, recuerdo que en medio de mi llanto, me seguía preguntando cosas y me dijo “¿tú de quién eres hijo?” yo le dije “de Nandy” (apocope de Fernando, el nombre de mi papá), Ricardo con una carcajada me dijo “¿Por qué estas llorando?, yo soy amigo de tu papá, voy a llevarte donde él”.
Desde ese día no recuerdo haberlo visto más, hasta el año 2002, cuando se realizó la dramatización del vía crucis en mi pueblo El Carito - Córdoba, allí lo vi interpretar a Caifás, sumo sacerdote del Sanedrín Judío, sentí full admiración por su excelente interpretación teatral, el cuerpo de la voz y la seriedad que le ponía a tal actividad.
Luego, aproximadamente para el año 2009, él se muda de Montería a El Carito, allí empiezo a conocerme y tratar mucho más con él a través de su hermano Adolfo y mi tío Mario, sus coequiperos en el asunto de las comunicaciones para ese entonces.
Me siguió impactando de él, su vocación por la enseñanza y atesoro demasiado las tardes de tertulia que tenía en la casa de su hermana María Carlina, entre las 3:00 y las 5:00 Pm aproximadamente. Me sentí muy afortunado de poder conversar y hacerme amigo de un señor con quien me llevaba 36 años de diferencia a tal punto, que nunca le dije ‘Señor Ricardo’, puesto que, aunque fuera mayor, yo le decía Ricardo, como a alguien de mi edad, y lo hacía con la confianza y el respeto mutuo que pude establecer con él.
En 2011, para un trabajo de mi pregrado, debía hacer un cortometraje, y él me concede un gran honor: entregarme su idea original llamada “Buscando el tiempo perdido” y decirme que la grabe, que él me acompaña en la realización (locaciones, actores y demás). Ese mismo año, me motivó a que presentáramos su historia hecha cortometraje en el Festival de Cine de Montería, en donde fuimos a la noche de premiación, y se puede decir que recibimos excelentes comentarios sobre críticos del cine y la televisión que indudablemente nos enseñaron demasiado para seguir trabajando.
Ese mismo año, llevamos esta producción audiovisual a Montería, a un barrio llamado Nueva Belén, también, fuimos a su lugar de trabajo en la Centro Educativo Moralito a proyectar este audiovisual a sus estudiantes, allí me mostró cómo iba desarrollando con los niños los procesos de enseñanza de la décima como estrategia de transformación educativa y finalmente, tuvimos la idea de hacer una muestra audiovisual para El Carito, en donde proyectamos este y otros proyectos filmográficos realizados en nuestro pueblo.
Finalizando ese año y a inicios de 2012, me presenta la idea que con sus coequiperos Adolfo y Mario David, tenían sobre la conformación de un colectivo en defensa de la cultura y la tradición oral llamado Corporación Cultural El Carito. Ese año, creamos el logo para esta entidad, así como el de su programadora radial llamada “Rima con todo”, la cual reflejaba lo que está en su descripción de Twitter: “Amo la radio como vehículo de enseñanza aprendizaje”.
En Ricardo, siempre vi un hombre caracterizado por la innovación y la creatividad, así mismo, sin quererlo y sin proponérselo, fue uno de los encargados de forjar mi vocación para la mediación de aprendizajes y ser educador para la construcción de conocimientos.
En estos momentos, esta experiencia de su paso a la eternidad, me hace seguir pensando que la vida es demasiado corta, pero al mismo tiempo, me siento inmensamente agradecido con Dios, por haber conocido y escuchado las enseñanzas que pude tomar de él, pues sus saberes son inmarcesibles, intangibles, e incontables. En memoria de Ricardo, este post, el cual realmente se quedó corto, porque lo más importante, es lo que atesoro conmigo y lo aprendido de este maestro.
Comparto a continuación el cortometraje de su idea original “Buscando el tiempo perdido”
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